Dentistas y COVID-19
Vivencia de mayo de 2020
Vivencia de mayo de 2020
Comenzamos nuevo mes y seguimos confinados. Mi último paciente antes del Estado de Alarma fue el jueves 12 de marzo.
Ya unos días antes se percibía algo raro en el ambiente. Notábamos que algo empezaba a no ir bien. Comenzábamos a escuchar que en Italia estaban cerrando las clínicas dentales… pero seguíamos trabajando sin imaginar que se nos venía encima.
Primero era casi un tema de broma, luego leímos con interés las recomendaciones que nos enviaba el Colegio de Odontólogos. Tímidamente empezamos a llevar cabo medidas en el paciente (lavado de manos, gel hidroalcohólico, enjuagues…) y de repente estábamos anulando todas las citas.
En cuestión de días nos habíamos sumergido en un mar de dudas, de incredulidad y finalmente, de resignación.
No estábamos preparados para el COVID-19. ¡Nadie lo estaba! Pero nosotros trabajamos en el medio en el que está el virus, generando un montón de aerosoles, prácticamente imposibles de controlar, y sin protecciones realmente eficaces como las mascarillas FFP2.
Todo esto y el miedo nos hizo a todos quedarnos en casa, cerrar la consulta y dejar un teléfono de contacto para las urgencias.
Durante la cuarentena he rezado para no tener que salir a ninguna consulta a tratar a nadie. Y esto es prácticamente imposible porque me dedico a la Endodoncia, a solucionar el dolor. Y un dolor de muelas es algo que no puede esperar. Uno no puede elegir.
He tenido mucha suerte porque los casos que hemos tenido se han podido controlar con medicación y no he tenido que salir.
Parecerá cobarde y seguramente lo sea, pero estábamos todos muy asustados, sin acabar de creer lo que estaba pasando, viendo unas cifras de contagiados y muertos que daban miedo, pensado y emocionándonos con el personal sanitario que trabajaba y luchaba contra el virus, saturados de pacientes, sin descanso.
Y la única ayuda que el resto de la población podía dar era quedarse en casa. Y hemos sido muy obedientes.
Los aplausos de las 8 han supuesto muchas cosas. En primer lugar, el apoyo, ánimo y reconocimiento al personal sanitario y también a todas esas otras personas que han tenido que seguir trabajando para garantizarnos a los demás alimentos, medicamentos, luz, agua o seguridad ciudadana. Esos primeros aplausos fueron muy emocionantes y yo intentaba dedicarle cada día mi aplauso a alguna persona a la que conocía. Quería pensar que estaban trabajando y cuidando de nosotros, como mi amiga Susana Garnés (coordinadora de Enfermería UCI en el Hospital Morales Meseguer), mi prima Esther Ocaña (Jefa del Servicio de Inmunología del Hospital de Jaén), mi amiga Mª Carmen Alcaraz (radióloga en el Hospital Santa Lucía de Cartagena) o mi amigo José María Nicolás (enfermero de Urgencias del Hospital Reina Sofía).
También he dedicado aplausos para aquellas personas que estaban sufriendo el virus de manera directa, como Óscar Quiroga y su familia, que lo superó y está feliz en casa.
Pero los aplausos nos han permitido conocer al vecino de enfrente, del que no sabíamos nada ni le poníamos cara. Y ahora casi ponemos falta cuando alguno no se asoma a la ventana a aplaudir.
Hoy es 1 de mayo y en los últimos días se nota un menor entusiasmo en nuestros aplausos. Imagino que estamos un poco cansados o quizá, como la situación ya parece estar más controlada y comienza la desescalada, creemos que los aplausos empiezan a no tener tanto sentido (?).
No lo sé pero yo seguiré saliendo hasta ser la última. Siempre he pensado, cuando se me cansaban los brazos de aplaudir o me parecía corto el tiempo que le dedicábamos a los aplausos, que nuestros sanitarios no tenían elección. Que ellos no podían descansar y se merecían el apoyo de todos.
Así que el mío lo tendrán hasta el final.
El final, lo estaba escribiendo y pensando. ¿Y cuándo será el final?
Ya nos han advertido que tendremos que convivir con el virus y mantener muchas de las medidas de seguridad que hemos o estamos intentando incorporar a nuestras vidas.
Nadie sabe qué pasará, hasta cuándo estaremos asustados por si hay otro brote y sube de nuevo la curva… Imagino que sólo podremos estar tranquilos cuando llegue la vacuna.
Nota: la ilustración de este post es el póster que el dibujante Jesús Merino ha hecho en homenaje a los sanitarios